miércoles, 15 de julio de 2009

ÄRBITROS DE LA LPB PUSIERON LA TORTA



Nelson Contreras Suárez




Sin dudas, la pasada serie final de la Liga Profesional de Baloncesto que ganó merecidamente el conjunto Marinos de Anzoátegui tuvo como mancha negra el pésimo trabajo de los árbitros, quienes, quizás por falta de impericia, fallaron en decisiones claves en los momentos culminantes de los siete encuentros y con ello el gallardete de los orientales queda empañado, pues a ciencia cierta no se sabe qué hubiese pasado con oficiales que si sepan de este deporte.
Y es que les quedó grande este certamen. No se explican los aficionados cómo estos señores pueden llamárseles árbitros internacionales cuando dejan en las vitrinas de los gimnasios semejantes barbaridades.
Esa última acción del tiempo oficial correspondiente al séptimo juego cuando Héctor “Pepito” Romero recibió una falta del tamaño de un edificio y dentro del tiempo reglamentario, pues quedó registrada en el video de Meridiano TV, no fue sancionada como tal. Le tuvieron miedo a los casi seis mil aficionados saurios que plenaron el Parque Naciones Unidas. Eso fue, sencillamente, lo que ocurrió.
Y luego, motivado a ese desaguisado, en el tiempo extra, en la acción final de Carl Elliot, también había argumentos claros para decretar otra falta, pues de que le colocaron una pierna al estadounidense para que se fuese al suelo, no hay dudas. De ser así los reptiles tenían la posibilidad de igualar las acciones y no se sabe que hubiese pasado en un segundo tiempo extra.
Taparon quizás la metida de pata contra “Pepito” con esa decisión hacia Elliot, pero esto no se debe permitir. La fanaticada del baloncesto cada año exige mayor respeto y los directivos de la Liga de baloncesto Profesional deben tomar las medidas.
Hasta hace pocos años, se recuerda, traían árbitros internacionales, que bien o mal realizaron un mejor papel que el evidenciado por los criollos que trabajaron en esta final. Y no es que pretendamos en este escrito hacer leña del árbol caído, pero es que aquí pusieron una torta monumental.
Cómo poder olvidar, por ejemplo, la falta evidente, clara y decisiva que le cometieron al uruguayo Leandro Garciamorales en el cuarto juego de la final, el mismo que ganaron los navales en el segundo final tras una falta contra Gregory Vargas.
No haber pitado esa falta clara y evidente contra el uruguayo significó una derrota que podría haber marcado el destino de la final a favor de los saurios. Así no se puede jugar baloncesto. Los dos equipos y sus aficiones fueron las perjudicadas con estas malas actuaciones de los árbitros,
Es conveniente señalar, no obstante, que en la cancha ganó el mejor, en este caso, Marinos de Anzoátegui, un equipo plagado de estrellas, no sólo de sus cinco abridores, pues en la banca tenía otro quinteto igual de calificado para dar la pelea.
Allí, en la profundidad de la banca del “Acorazado Oriental” estuvo centrada buena parte de su triunfo. Cocodrilos peleó con lo que pudo todos los juegos, pero al final le faltó fuelle. No todos los partidos se ganan con deseos. Se debe jugar con técnica, con labor en equipo y eso fue lo que presentó Marinos para llevarse su séptimo banderín en la LPB.